Hace unos dos años mi colegio participó en una de las actividades de Un Techo para mi país, un grupo de alumnos fuimos a construir viviendas para los necesitados de una región llamada Macas. La verdad fue una experiencia increíble. No solo fue algo distinto, sino que fue realmente edificante. Fue salir de la burbuja para en serio hacer algo que valía la pena, y con todos mis amigos prometimos volver a hacerlo en cuanto pudiéramos. Pero, ya fuera por falta de tiempo, flojera, o yo que sé, jamás hice el intento de volver a participar en algo así. Hasta este fin de semana.
No sé si habrán oído hablar de Un Techo para mi País. En breve, se trata de una organización no lucrativa que busca mejorar la calidad de vida de aquellos que se encuentran en condiciones de extrema pobreza, proporcionándoles viviendas y ejecutando planes de acción social. Todo ello ejecutado por voluntarios, mayormente jóvenes, que colaboran ya sea encuestando familias, asignando viviendas, o construyéndolas con sus propias manos.
Así, una de mis mejoras amigas había estado asistiendo últimamente a encuestar y asignar en distintas zonas de Lima, y este domingo me animé a acompañarla. Es más, el sábado ni siquiera salí hasta tarde, para poder levantarme temprano al día siguiente. Y valió totalmente la pena. Con un grupo de chicos de entre 17 y 25 años visitamos una zona de Ventanilla bastante pobre. Teníamos que elegir las casas en peor estado para encuestar a las familias y ver si eran aptas para que se les ofreciera una nueva vivienda. Y ver como tenían que vivir otras personas es un cambio total de perspectiva. Al menos, a mí me hizo ver una vez más la burbuja en la que vivo encerrada, y empequeñeció todas las preocupaciones que podía tener al mínimo. Visitamos familias de 6 miembros que vivían embutidas en un espacio de 4 x 4, madres que apenas habían terminado la escuela primaria, niñas de 9 años que tenían que ejercer de madre y padre para sus hermanitos. Esas son las personas porque las que deberíamos preocuparnos y esforzarnos en ayudar, en vez de las muchas banalidades que en estos momentos nos "deprimen".
Creo entonces que todos deberíamos tratar de participar, sino en este programa, en actividades semejantes. No solo que nos muestran que hay un mundo más allá de nuestro entorno diario, sino que nos permitan dar al prójimo la ayuda y amor que necesita. Yo todavía no he podido asistir a ese tipo de actividad, peor me han dicho que no hay anda más hermoso que la expresión que ponen las familias cuando se les anuncia que han sido seleccionadas para una nueva vivienda.